Vivimos malos tiempos, queridos lectores. Sí, muy malos sin duda, y que cada palo aguante su vela. Crisis financiera, paro, estafas, hipotecas, desahucios... Cada cual, de modo particular y bajo sus circunstancias personales, debe afrontar retos difíciles o, como mínimo, entonar aquello de "virgencita, que me quede como estoy" a la vista de la que está cayendo.
Pero en esta entrada quisiera poner el foco en aquellos para quienes su mundo entero se está desmoronando.
Me refiero, como habrán adivinado (o tal vez no), a los editores, distribuidores y otros intermediarios de material artístico y cultural. De forma dramática y fulgurante se están volviendo obsoletos, innecesarios... inútiles. Cuando cualquiera con ciertas aptitudes (o sin ellas), desde la intimidad de su hogar, puede poner a disposición de una audiencia mundial el producto de su propia mente... ¿qué lugar queda para ellos? ¿De dónde obtendrán beneficios?
Peor aún, cuando aquellos productos susceptibles de ser comercializados como propiedad intelectual empiezan a circular libremente y sin control por internet, cuando aquello de lo que extraían su sustento se les escurre entre los dedos como arena de playa, por muy fuerte que cierren el puño... ¿qué será de ellos?
Peor aún, cuando aquellos productos susceptibles de ser comercializados como propiedad intelectual empiezan a circular libremente y sin control por internet, cuando aquello de lo que extraían su sustento se les escurre entre los dedos como arena de playa, por muy fuerte que cierren el puño... ¿qué será de ellos?
Ante esta situación sobrevenida, inesperada e imparable se quejan, claman justicia, recurren a las autoridades, auspician leyes para proteger su parcela, aún cuando ello signifique poner puertas al campo; aunque requiera recortar, eliminar o pervertir leyes que costó años, si no siglos, y la lucha e incluso a veces la sangre de ciudadanos libres, en ser redactadas para el bien de toda la sociedad. Son expresiones de desconcierto y frustración.
Fue la industria discográfica la primera en lanzar la voz de alarma. Sí, esa misma industria que abrazó en su día el formato digital, con la aparición del Compact Disc, que le permitió de un plumazo convertir en obsoletos los discos que los aficionados habían acumulado durante años, e incluso décadas, para revender de nuevo sus catálogos enteros. ¡Qué poco sabían cuanto lamentarían, solo unos años después, esa decisión que les llenó los bolsillos de oro, y que ahora se los vacía a marchas forzadas! O al menos eso dicen ellos, porque hay voces que indican que lo cierto es que hoy día se compra más música que nunca.
La industria discográfica fue la primera, digo, pero no tardó mucho la cinematográfica en descubrir que podía estarle reservado el mismo destino.
Ahora ya le está tocando el turno a la industria literaria y... sí, también a la industria de los tebeos.
Y es en este contexto que debe entenderse el absurdo de una de las principales editoriales españolas al apuntar con el dedo contra un aficionado a los tebeos de Mortadelo y Filemón.
Imaginen el cuadro: una empresa que factura cada año millones de euros, intimidando a un apasionado fan que durante años ha creado una muy útil y exhaustiva base de datos sobre sus personajes favoritos. Recopilando información, ordenándola, investigando las aventuras de Mortadelo y Filemón, sus autores (por lo visto Ibáñez es muy productivo, pero no siempre lo hizo absolutamente todo), todo esto sin cobrar ni un céntimo para sí... y ¿qué hace la editorial que ostenta los derechos de los personajes? Se dirige a él y, resumiendo, le dice que cese en su actividad o que se atenga a las consecuencias.
Si quieren conocer más detalles sobre esta historia tragicómica, en la mejor tradición del esperpento genuinamente español, y que está sucediendo estos mismos días, les incluyo los enlaces a ADLO!, donde tuvimos la primera noticia de esta historia, a Zona Fandom, donde también lo resumen y se posicionan, y a scriptaverba, donde nos explican los pormenores de la historia. Ellos lo hacen mucho mejor que nosotros, y les recomiendo encarecidamente la visita. Y, por supuesto, el enlace al foro donde sucede todo esto, y donde encontrarán aún más enlaces de interés sobre el asunto.
Como dije hace algunas entradas: "ya conocemos al adversario, gracias". Es que nos lo ponen tan fácil...
Solo una cosa más, dirigiéndome de nuevo a Ediciones B: mi entrada dedicada a Ibáñez y Jan, ¿debo retirarla de oficio, o espero a su mensaje amenazante?
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