miércoles, 16 de octubre de 2013

Sitges 2013: A Field in England y L’Étrange Couleur des Larmes de Ton Corps

El pasado martes vimos en Sitges 3 películas con dificultad creciente, se podría decir. La primera se la voy a ahorrar, porque me pareció más bien aburrida y, francamente, no me apetece escribir sobre ella.

Las otras dos fueron en primer lugar A Field in England, del director Ben Wheatley, responsable de The Kill List y Sightseers. Si eso les vale como aval para despertar su interés, olvídense: A Field in England no tiene nada que ver con ellas. Lo cual no significa que no sea interesante.

Y por último les hablaré de L’Étrange Couleur des Larmes de Ton Corps, película para la que, francamente, no estaba preparado; no tengo referentes para valorar este tipo de película con un mínimo de objetividad. El cartel es bonito de verdad, eso sí.



A Field in England está rodada en blanco y negro. Y eso solo ya es suficiente para que el espectador medio esté sobre aviso de que esta no es una propuesta comercial. Que vale que el que una peli sea en B/N no implica nada, igual que el 3D no hace buena una peli mala, pero ustedes ya me entienden. Después, en el primer fotograma, se avisa a los espectadores de que incluye flashes e imágenes con efecto estroboscópico. Miau.

Y sí: A Field in England es una película extraña. Rara. El hilo narrativo es endeble. No da muchas respuestas. Uno tiene que imaginarse por qué pasa lo que pasa. Se hacen cosas raras con la cámara, y con el montaje. Y con el sonido. Vale.

Así que depende de cada uno de si compra la moto o no. A mí me la han vendido. A ratos me ha parecido fascinante, maravillosa. No sé muy bien de qué iba, pero la he disfrutado, y he sonreído con algunas escenas; no porque se contara nada gracioso, sino porque me ha parecido muy diferente y original lo que se proponía, y cómo se contaba.

Así que dicho esto, me quito las gafas de pasta, y les cuento un poco el argumento (que lo hay).

La acción se sitúa en la campiña inglesa, durante la primera guerra civil que enfrentó a los partidarios de Carlos I con los de Oliver Cromwell (de 1642 a 1645), cuando un sabio astrólogo – alquimista en una misión de búsqueda de no se sabe muy bien qué, y en la que está fracasando hasta el punto de que su jefe le quiere cortar el cuello, se encuentra de repente al otro lado de las líneas enemigas. Allí se topa con tres soldados que deciden que están hartos de recibir bombazos, y que se van a la taberna a tomar una cerveza. Con bastantes reticencias el astrólogo – alquimista se une a ellos en su recorrido a través del campo.
Pronto empiezan a pasar cosas raras y esotéricas, y se encuentran con el diablo o algo parecido, y pasan cosas terroríficas, y… y miren: no sé. Hay que verla. No sé si la entenderán. A lo mejor les gusta. A lo mejor no. Vean por ahí si encuentran otras sinopsis que les cuenten más, pero ya les digo: no va de la historia. Va de una muy buena fotografía, de sensaciones, de una ambientación y vestuario austeros pero perfectos, absolutamente plausible. Y es cine fantástico, sin ninguna duda. Y cine histórico. Y cine esencial.

Y tanto compré la moto, que hasta me cuesta imaginar la peli en color.

Pero eso sí: véanla en pantalla grande.

L’Étrange Couleur des Larmes de Ton Corps

Y si A Field in England es rara, esto ya no sé lo que es. Esto es pasarse. Esta peli se sale. La montura de mis gafas no es lo bastante gruesa; la pasta se ha derretido y los cristales se han roto.

Vamos, que esto ya no me lo he tragado. Se me ha atragantado, y nadie me ha hecho la maniobra de Heimlich, así que ha sido bastante doloroso.

Supuestamente, si leen ustedes la sinopsis en alguna parte (por ejemplo, en la misma página del festival de Sitges), sería una especie de thriller, o historia de detectives, pero ya les digo de entrada que no.

La cosa empieza más o menos bien, cuando el protagonista vuelve de viaje, y cuando llega a casa se encuentra que la cadenita de la puerta del piso está puesta… pero su mujer no está. Nadie. Ninguna nota, ni ningún signo de violencia. Ninguna pista. Tan solo los mensajes en el contestador, que él mismo ha dejado, aún por oír. Llama a los vecinos para ver si saben algo de ella, y una de las vecinas le dice que su marido también desapareció, y le cuenta la extraña historia de las circunstancias en que eso sucedió.
Hasta aquí el montaje y la ambientación ya eran bastante chocantes, pero en adelante la cosa se desmadra, y se convierte en un festival de imágenes y sonidos.

Superprimeros planos de un ojo, una ceja, con enorme detalle. La piel de una mano a toda pantalla, con un detalle absoluto en que se pueden apreciar los poros y contar los pelos.  Colores. Una mujer chilla. ¡AAAAAAH! Sicodelia. LSD. Soy el detective, usted llamó. ¿Eh? Llaman a la puerta. Soy yo. Amparo, pozí. Música. Una puerta se abre a un universo de luz. Una voz susurra “Laura”. Una gota de sangre se desliza por la mejilla. El volumen de los altavoces resuena en el estómago del espectador. Un cuchillo. Un ojo. Velo rojo.

The horror.

The horror.

Bueno, se hacen ustedes a la idea, ¿no?
Lo que sí me quedo con ganas de saber es en dónde se rodó, dado que la acción se desarrolla en un edificio modernista art déco con preciosos vitrales, una fastuosa chimenea de piedra esculpida con formas orgánicas, paredes pintadas con motivos de colores pastel, decoración que recuerda el estilo Mucha… Todo muy bonito, tan precioso como el cartel de la peli.

Pero vamos, que esta encerrona me ha pasado por idiota; por no informarme. Porque a poco que me hubiera preocupado, habría descubierto que los directores son los mismos que los de Amer, con la que ya me topé en su día en el festival de 2010, y me salí a los 20 minutos. En esta ocasión he aguantado hasta el final. Vamos mejorando, pero sigo sin estar al nivel suficiente para apreciar el arte de esta pareja de directores.

Así que si les va el tema, ya lo saben.

No hay comentarios: