El
año 2001 Frederik Peeters llamó definitivamente la atención del mundo del cómic
con una historia autobiográfica de casi 200 páginas en la que aborda temas tan ligeritos como el SIDA, el amor, el
sentido de la vida o la composición de las nuevas familias.
Y
además lo hace con una narración amable, un dibujo preciso y agradable, y la
indiscutible superioridad moral de poder hablar con total libertad al haber vivido la historia en propia carne, lo que le permite huir del dramatismo culpable y
adentrarse en el género humorístico.