El jueves tuvimos una jornada irregular de películas en
Sitges, como ya les comentamos. Y la cerramos con una película mejicana de la
que no teníamos apenas referencias previas, Me Quedo Contigo, que ha resultado
ser la película que más nos ha impactado de todo el Festival.
No la que más nos ha gustado. No nuestra película favorita.
No la mejor que hemos visto. No la que recomendaríamos.
Me Quedo Contigo
Este largometraje es la primera incursión en la dirección de Artemio Narro, un
artista plástico mejicano. Es por ello que, más que como una película al uso,
habrá que entenderla como una experiencia cinematográfica, o una performance diferida (que no lo es, porque todo lo que se ve es falso; es una actuación).
La historia empieza del modo más convencional, cuando
Natalia, una arquitecta española, llega a Méjico para reunirse con su
prometido, un director de cine que en ese momento se encuentra rodando en la
selva, imposible de contactar.
El primer día se dedica a hacer una visita
turística a la ciudad, representada al más puro estilo de anuncio de compresas,
con música de fondo, tonos pastel y efectos de luz. Tras lo que se reúne con un
grupo de amigas del grupo de su prometido, que la invitarán a unirse a ellas
en un fin de semana de fiesta, en una suerte de despedida de soltera. Entre ellas
destaca la hija de uno de los súper-ricos mejicanos; una mujer veleidosa,
frívola, lujuriosa y bastante insoportable, que las invita a una de las muchas
mansiones que tiene a su disposición.
A partir de aquí se sucede un tramo de la película que
parece mal rodada a intención, en el que el sonido de fondo se superpone a las
conversaciones, hasta el punto de que se incrustan subtítulos en castellano
para saber qué dicen los personajes.
Un detalle este de los subtítulos, por cierto, en el que
debo agradecer que la copia proyectada incluyera la versión en inglés
para su recorrido internacional, porque aparte de los problemas de sonido de la
película, intencionados o no, la forma de hablar de los personajes es tan local
que apenas se entiende nada, aún hablando español.
Finalmente el grupo de amigas, tras visitar varios locales,
llegarán a un bar de pueblo donde Natalia se encaprichará de un guapo vaquero,
y se lo llevará para darse una alegría para el cuerpo. En medio de la faena se
unirá el resto del grupo, y tras atarlo y dejarlo inconsciente se lo llevarán a la casa que tienen a
su disposición.
Allí se dedicarán a torturarlo y vejarlo sexualmente, sabiéndose
impunes gracias a la posición de extraordinario poder del padre de una de
ellas. Natalia primero se deja llevar; después se resiste, intentando aportar lucidez al asunto; y al fin se libera de sus prejuicios morales y sus temores, para unirse a esta fiesta sangrienta y salvaje.
La película ha sido rodada siguiendo su propio “manifiesto”,
al estilo Dogma de Lars Von Trier, generalmente con la cámara fija, en largas
tomas, mostrando las escenas con la despiadada crudeza y frialdad de la
realidad.
El director, Artemio, se ha asegurado de que nunca tendrá un
lugar en el mainstream de Hollywood
cuando las torturadoras sodomizan al pobre incauto con una estatuilla de los
Oscar; pero paradójicamente lo que garantiza que esta película no tendrá
amplia distribución, antes que la extrema crueldad de las torturas mostradas,
es que buena parte del metraje muestra el pene rígidamente erecto de la víctima,
tras haber sido obligado a consumir Viagra.
Hace solo unos días hablamos de Knock Knock, de Eli Roth,
que parte de la misma premisa: mujeres torturando a un hombre, para variar. Y
ya dijimos entonces que aquella película era bastante blandita; impostadamente violenta, pero sin tomárselo en serio. Una simple gamberrada sin consecuencias; lo justo para ser digerible por los pijos de Holywood.
Pues bien, Me Quedo Contigo se mea en Knock Knock no ya en
lo explícito de la violencia mostrada, lo cual es anecdótico, sino en mostrar
al espectador la frivolidad extrema de los muy poderosos, y su completa falta
de empatía ante el indefenso, cuando se saben impunes al castigo y seguros ante
cualquier persecución y pesquisa.
Y este es otro de los temas que el director ha querido
destacar de su película: la descripción de la impunidad que se vive en Méjico
por parte de cierta aristocracia burguesa; de los muy ricos.
Me Quedo Contigo es un puñetazo en el estómago para el
espectador, que va más allá de la simple crueldad de sus escenas violentas, y
hace reflexionar sobre qué pasa realmente por la mente de aquellos que se
hallan en lo más alto de la escala social y económica del mundo.
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