Poco es lo que sabíamos de Twixt antes de entrar a la sala, pero por lo poco que sabíamos, poco es lo que esperábamos, y poco es lo que obtuvimos.
Francis Ford Coppola ha demostrado sobradamente y reiteradamente que es mucho mejor director que yo poeta, pero si por alguna peregrina razón fuéramos aficionados al cine y desconociéramos la trayectoria de uno de los directores de cine más importantes de la historia, y le valoráramos por esta única película, alguno diría que por lo menos mis poesías, a pesar de ser malas, pueden llegar a entenderse si se pone esfuerzo en ello.
La sinopsis de Twixt no tiene mucho de extraño, y aún sonando a ya conocido puede despertar cierto interés: un escritor de segunda fila en horas bajas, interpretado por Val Kilmer, en el curso de una gira de promoción, llegará a un pueblo de provincias donde el sheriff local, admirador de sus novelas, le invitará a unirse en la investigación del presunto asesinato de una joven, cuyo cuerpo yace en la morgue con una estaca de madera clavada en el pecho. Al principio reluctante, lentamente irá interesándose por la historia, que parece relacionarse con la estancia de Edgar Allan Poe en el pueblo un siglo atrás, la muerte colectiva en aquella época de media docena de niños en el orfanato local, y cierta congregación de jóvenes góticos en un campamento junto al lago.
Dicho así no suena mal, pero resulta que en la narración resulta bastante inconexa, la realidad se mezcla con las ensoñaciones del escritor, donde se le aparece el fantasma del propio Poe y de una misteriosa niña, el sheriff no parece estar del todo en sus cabales, y no queda del todo claro cuánto hay de real de lo que vemos en pantalla, entre videoconferencias con la esposa del escritor, ensoñaciones, fantasmas, visiones y borracheras... Uno se pasa toda la película esperando una explicación que no parece llegar nunca, y más bien la historia se embrolla más en cada secuencia.
Por si esto fuera poco, la forma de filmar es bastante incalificable. Tiene aspecto de haber sido rodada en todo momento con el 3D en mente, con personajes en primer plano mientras hay objetos al fondo y viceversa, y ello sucede continuamente, y sin embargo las imágenes realmente en 3D, para las que a la entrada se entregan las ahora ya populares gafas polarizadas, no duran más allá de un minuto. Sí, sí, lo que han leído: el 3D por el que a muchos de ustedes les cobrarán un par de euros de más cuando adquieran su entrada en los cines, no dura más allá de un minuto en una película de hora y media. ¿Engaño? ¿Timo, oigo al fondo? ¿Rastrera maniobra comercial? Nonononono.... no puedo permitir que se hagan semejantes insinuaciones... ¿Acaso les parece caro pagar dos euros (más), a cambio del privilegio de ver las primeras imágenes rodadas en 3D por uno de los mejores directores de cine de la historia? ¡Demasiado barato, diría yo!
El guión es del propio Coppola, que parece haber querido emular o trasladar al pantalla grande el espíritu de las historias del romanticismo gótico literario (¿existe ese género, o me lo acabo de inventar?), homenajeando la figura de Edgar Allan Poe, de quién se ha dicho que es el inventor de la novela moderna, precursor del personaje de Sherlock Holmes, con ese Auguste Dupin que hacia asombrosas deducciones mucho antes que el detective de Baker Street; y quién tuvo una vida tan o más dramática y enfermiza que sus narraciones.
Dejando de lado mis divagaciones sobre la figura de Poe, y cambiando completamente de tema, no puedo dejar de contarles cómo ha vivido un modesto servidor esta experiencia 3D en el Auditori. Como es lógico, al entrar a la sala se ha entregado a los espectadores las previsibles y ya mencionadas gafas polarizadas, lo cual no ha sorprendido a nadie puesto que el film estaba anunciado en todas partes como en 3D, hasta el punto de que uno empieza a dudar de si el título completo no será Twixt 3D. Antes de la película propiamente dicha, una grabación ha anunciado la proyección en 3D y ha llamado a ponerse las gafas. Inmediatamente se ha proyectado un anuncio en 3D del patrocinador de la proyección.
Dejando de lado mis divagaciones sobre la figura de Poe, y cambiando completamente de tema, no puedo dejar de contarles cómo ha vivido un modesto servidor esta experiencia 3D en el Auditori. Como es lógico, al entrar a la sala se ha entregado a los espectadores las previsibles y ya mencionadas gafas polarizadas, lo cual no ha sorprendido a nadie puesto que el film estaba anunciado en todas partes como en 3D, hasta el punto de que uno empieza a dudar de si el título completo no será Twixt 3D. Antes de la película propiamente dicha, una grabación ha anunciado la proyección en 3D y ha llamado a ponerse las gafas. Inmediatamente se ha proyectado un anuncio en 3D del patrocinador de la proyección.
Empieza la película. Un servidor, como no ha visto aún demasiadas películas en este formato, tiene por costumbre quitarse unos segundos las gafas y ver la pantalla tal cual, para intentar comprender la técnica detrás de esta maravilla... y cuál no habrá sido mi sorpresa al comprobar que sin las gafas la película se veía indudablemente mucho mejor. Me he vuelto a poner las gafas, y sí... efectivamente, con ellas puestas las imágenes se ven peor: grises, descoloridas, y el efecto de volumen es inapreciable. Me quito las gafas en la convicción, observando a la gente a mi alrededor con sus gafitas, de que o soy un idiota o soy el único con sentido común.
Al cabo de unos 60 minutos del inicio de la película (lo he comprobado en el reloj), resulta que soy un tipo muy listo, porque en pantalla aparece una pequeña animación integrada en la película, conminando a la audiencia a PONERSE POR PRIMERA VEZ las gafas, para apreciar una escena en 3D de aproximadamente medio minuto de duración, tras la que aparece la animación para quitarse las gafas. Hasta el último minuto de la película no volverán a ser necesarias las gafas polarizadas.
Ahora ustedes también lo saben, y tal vez consigan pasar por los más listos del patio de butacas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario